«El arte es el camino más corto del hombre al hombre» es una cita de André Malraux, un intelectual y hombre político francés del siglo pasado. Seguramente el arte responde a las necesidades de cada momento histórico. Sin embargo he tenido siempre la sensación de estar en el lugar equivocado. No he hablado con otros artistas de esta sensación, pero hablando de otros temas me parece que de una u otra manera compartimos esa mirada, ese sentimiento de no pertenencia. Tal vez en el fondo sabemos que es todo una puesta en escena, como diría Calderón de la Barca en la “Vida es sueño”, un frenesí, una ilusión. La semana pasada hablaba con Fidel Fernández sobre el ser artista, le preguntaba si él creía que es algo que uno es o uno escoge, me dijo que era una casualidad, y cuando le pregunté si pensaba que su obra podía influenciar en la realidad me dijo que no, que su función era meramente simbólica.
Reflexiono sobre esa “casualidad” de la que habla Fidel, y creo que es una manera de tomar ese lugar de observador que normalmente asumimos los artistas, la vida va pasando con su frenesí y creemos que escogemos algo pero en realidad cada una de nuestras decisiones es fruto de innumerables condicionamientos. Cuando tomamos una cierta distancia, nos damos cuenta que no escogemos nada, todo es circunstancial, las condiciones están dadas para que las cosas sucedan de una u otra manera, hacemos parte de un teatro en donde la historia se repite sin cesar, encarnamos papeles, gestos, acciones según nuestras afinidades, pero difícilmente somos realmente dueños de nosotros mismos, por lo general nuestras pasiones nos dominan. Desde la antigüedad, lo retrató Sofocles, con en Edipo Rey, entre otros, hoy en Paraguay los personajes de esta tragedia humana salen del pincel de Fidel Fernández.
Fidel Fernández me habló de la teatralidad que hay en sus cuadros, me explicó que para él era importante quitarles a los personajes esa carga de humanidad, como si de esta manera les estuviera despojando de una máscara que nos separa de ellos para mostrar lo que verdaderamente son. Sus cuadros están enmarcados con un borde negro, a veces hay elementos que sobresalen de este marco definido por él, pero incluso esos elementos que se desbordan nos recuerdan que hay un marco, que es una representación y en ningún momento está queriendo hacernos creer que es la realidad.

Sin embargo es en esa teatralidad en donde tenemos una percepción más verdadera de la realidad, todo lo que queda grabado en la memoria que la retina no pudo captar, una realidad que tiene que ver más con el mundo emocional que con el sensorial, de hecho Fidel Fernández me cuenta que no pinta a partir de fotos, sino de lo que recuerda.
Es en esa realidad simbólica en donde podemos encontrar a hombres y mujeres, a veces a animales también, desnudos ante sus pasiones. En esos rostros desfigurados por las emociones podemos leer tanta humanidad. Entonces me digo, no debe ser fácil ser Fidel Fernández y ver a los humanos tan desnudos. Y le pregunto: «¿te duele el Paraguay?» Me dice que lo que él pinta no es nada con respecto al sufrimiento que se vive en el interior, un sufrimiento incesante que no tiene fin, que se repite y se repite sin parar…. Me dice que él pensó que su generación iba a ser diferente, pero después vió cómo se acomodaron y repiten los mismos vicios que los anteriores. Con un cierto fatalismo me dice que para construir hay que destruir todo, no hay de otra manera.
Reflexiono entonces que es extraño que en el Paraguay siendo un país tan chico y tan rico, haya tanta pobreza y tanto sufrimiento, y veo tan claro en los cuadros de Fidel cómo el ser humano, esclavo de sus pasiones y su ignorancia, es su propio verdugo.
Después hablamos de muchas cosas, entre otras, de ser artistas en un medio tan indiferente al arte. Recuerdo la frase de alguien que decía que el artista en el fondo es un moralista, y frente a alguien como Fidel Fernández me parece claro, pues mejor no ser parte del teatro en donde todos creen ciegamente en su rol y en lo que persiguen. Mejor dentro del teatro ser el observador, el testigo, el que deja un testimonio que no es ni siquiera un juicio de valor, es más bien una forma de decir esto es todo un teatro.
Aunque la sociedad no genere las condiciones para que existan artistas, la casualidad quiere que haya artistas para poder vernos desnudos ante nosotros mismos. En el fondo yo si creo que conocernos mejor es una herramienta para cambiar y dentro del teatro que es la vida social que surjan otros roles más dignos. No creo que el arte pueda salvar al mundo, pero es al menos un espejo un poco más complejo respecto a los espejitos de colores que nos ofrece la sociedad de seducción en la que vivimos cuyo único propósito es que seamos esclavos de nuestros deseos y carencias.
Fidel Fernández dice que cuando alguien conoce su obra es como si lo conociera a él, así como dice la cita de Malraux, el arte es el más corto camino entre un hombre y otro hombre, sin embargo creo que es también el camino más corto hacia uno mismo.
La entrevista se realizó en el marco de su exposición «Políticos a todo color» en el Centro Cultural Citi
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