En el mes de julio Sebastián Taveira inauguró una exposición en el Centro Cultural del CitiBank.
El Tour de Sebastián Taveira es una muestra compuesta por seis fotografías y un video. El video está hecho con fotografías secuenciales tomadas en larga exposición. Las fotografías tomadas con un tiempo de exposición largo tienen la característica de retratar el movimiento. El obturador que permite la entrada de luz permanece abierto un tiempo determinado haciendo que todo aquello que está en movimiento quede plasmado como con su espectro, es decir, queda plasmado el objeto y su trayecto en el espacio.
Sebastián retrata la luz que entra por la ventana de la sala de su casa y las diferentes sombras de los objetos en el trascurso del día, haciéndonos pensar en la trayectoria que hace el sol en el cielo desde el comienzo hasta el final del día, cada día.
El movimiento es cambio, esta muestra retrata los diferentes cambios o movimientos que se suceden en el trascurso de los días en su hogar. Retrata su departamento vacío, su departamento habitado por los objetos, por los rayos del sol, por el gato, por él, por su pareja, por los amigos y la familia. Si nos guiamos por la tesis de San Agustín según la cual el tiempo es la medida del cambio, esta propuesta artística de Sebastián Taveira es sobre el tiempo.
La característica de la fotografía por lo general es la de retratar un instante, sin embargo Sebastián Taveira escoge una técnica fotográfica que de alguna manera más que retratar un instante retrata el paso del tiempo, es como si quisiera poner en evidencia la ilusión de la atemporalidad, que es justamente lo que nos permite la fotografía, atesorar momentos fugaces, congelarlos para la posteridad. Una técnica normalmente usada para paisajes y tomas generales, él la usa para retratar paisajes domésticos.
Los espacios vacíos, impecables, que reflejan esa nueva vida a la que se enfrenta figuran como atravesados por esos seres en constante movimiento. El edificio en donde está el departamento de recién casado de Sebastián fue construido en el jardín en donde de chico jugaba al futbol. Desde la ventana de su departamento se puede ver la casa de sus padres, que hasta hace poco fue la suya.
Todos estos elementos fueron detonantes de esta búsqueda que podría ser una búsqueda de identidad, considerando identidad desde su significación etimológica “aquello que permanece idéntico”. Tanto en esta serie como en otras anteriores hay una inquietud respecto al ser humano en constante movimiento y transformación, difícil de definir y delimitar, que busca en sus raíces y en sus relaciones una imagen más esencial, más auténtica y duradera.
En esta serie Taveira nos muestra el tiempo como algo rítmico y circular. Los días y las noches se suceden, en un constante transcurrir. Los espacios los retrata como si fueran escenarios vacíos. Hay una teatralidad en la puesta en escena, a pesar de que podemos sentir una cierta intimidad. Todos los encuadres son generales, realizados con trípode desde un punto de vista determinado que pudiera parecer objetivo, como si quisiera salirse de sí mismo, estar en dos lugares a la vez para verse, a él, a su pequeño entorno, en esta puesta en escena que es su vida doméstica. Al mismo tiempo nos pone a nosotros como espectadores, no estamos invitados a formar parte de la escena, él quiere que observemos, como cuando les invita a pasar a los visitantes a hacer el tour de su nuevo hogar.
Para hablar de tiempo el filósofo Paul Ricoeur define dos categorías: un tiempo objetivo, ese tiempo que está fuera de nosotros y que podemos cuantificar, medir, hacerlo productivo, y un tiempo subjetivo, que él llama temporalidad, que tiene que ver con nuestra percepción del tiempo y la manera en que nos ajustamos al tiempo objetivo. La obra de Sebastián habla de ese tiempo subjetivo, que vive en los recuerdos, en esos momentos fugaces pasados en familia, y a la vez expresa esa incapacidad de parar el tiempo objetivo.
En el video vemos ese movimiento continuo, escenas que todas las familias vivimos, hay una continuidad, una sensación de eterno retorno, y una posibilidad de identificarnos con ese movimiento constante. Los días se repiten, las escenas se repiten, diferentes en las apariencias, pero esencialmente están expresadas en ese movimiento continuo, no tenemos la necesidad de ver en los detalles para saber lo que pasa, y básicamente lo que pasa es eso: que el tiempo pasa, y que tal vez no queremos ver, sumergidos en el constante movimiento, siendo el presente esa intersección entre el pasado y el futuro, que ese espacio vacío de alguna manera volverá a estar vacío como un escenario que espera nuevos actores. Y es en esta relación con un tiempo circular, en donde el presente está construido sobre el pasado pero que al mismo tiempo es la repetición constante del mismo, los escenarios pueden cambiar, los personajes también y el punto en común es este movimiento continuo, en donde Taveira nos invita a adentrarnos, tal vez para descubrir nuestra propia historia en la suya y querer parar un segundo y hacernos esa pregunta que planteó Nietzsche en la Gaya Ciencia:
Que ocurriría si un día o una noche un demonio se deslizara furtivamente en la más solitaria de tus soledades y te dijese: “ Esta vida, tal y como tu la vives ahora y la has vivido, deberás vivirla aún otra vez e innumerables veces, y no habrá en ella nada nuevo; sino que cada dolor y cada placer, y cada pensamiento, y cada suspiro, y cada cosa indeciblemente pequeña y grande de tu vida deberá retornar a ti, y todas en la misma secuencia y sucesión: y así también esta araña y esta luz de luna sobre las ramas, y así también este instante y yo mismo. ¡El eterno reloj de arena de la existencia se invierte siempre de nuevo, y tu con ella, granito de polvo!”. Si esto sucediera, ¿No te arrojarías entonces al suelo, rechinando los dientes y maldiciendo al demonio que te ha hablado de esta forma? ¿O quizás has vivido ya alguna vez este instante infinito y tu respuesta fue la siguiente: “Oh, tu eres un dios y jamás oí nada más divino”? Si ese pensamiento se apoderase de ti, te haría experimentar, tal y como eres ahora, una transformación y tal vez te trituraría; acerca de cualquier cosa te plantearías siempre la pregunta “¿Quieres esto una vez e innumerables veces más?” y ello pesaría sobre tus acciones como el peso más grande. Y además, ¿cuánto deberías amarte a ti mismo y a tu vida para no desear ya otra cosa que esta última y eterna sensación, este sello?