Cuando volvamos a la normalidad que nada vuelva a la normalidad

Cuando volvamos a la normalidad que nada vuelva a la normalidad

La normalidad, manifiesto en tiempos de cuarentena

«Está la cultura, que es la regla, y está la excepción, que es el arte» Jean Luc Godard, Je vous salue Sarajevo

Cuando volvamos a la normalidad que nada vuelva a la normalidad.

Normalidad: «Cualidad de lo que se ajusta a cierta norma o a características habituales o corrientes, sin exceder ni adolecer »

Ya hemos sobrevivido mucho tiempo a la norma. Y hoy, que salimos de lo habitual, la norma nos parece llena de excesos, y nos duele. Lo peor es que todos nos hemos ajustado a esa norma que hoy tanto nos duele. Todos hemos sido cómplices de la norma.

Todos salvo algunas excepciones, aquellos para los que los ideales han sido más importantes que su propio bienestar. Aquellos que creen en algo y tratan de construirlo día a día con su propia vida.

La norma es que aquellos que ejercen el poder lo hacen para mantener sus privilegios. La excepción, ¿Qué clase de persona podría no dejarse seducir por los encantos del poder? Para eso sirven las reglas, las leyes, las instituciones, la democracia, el poder de lo colectivo, que  como una camisa de fuerza, nos protege de nosotros mismos.

La norma es que el colectivo está dormido y desmembrado, cada quién enfocado en su propio beneficio o sobrevivencia.

La norma es que los derechos humanos son válidos sólo para algunos humanos.

La norma es que vivimos frenéticamente impulsando esta rueda de la fortuna que se alimenta a sí misma. La norma es que el tiempo sea productivo, generando más y más cosas hasta que en el mundo no entre más nada y tengamos que empezar a hacer viajes espaciales para sacar tanta basura.

La norma es el ser útil y funcional, pero tal vez no pensar demasiado, no soñar demasiado y no tratar de ser diferente o la fuerza centrífuga nos lanzará a los márgenes.

Y  en los márgenes nos encontraremos con tantos marginales que soñaron, escribieron, pintaron, cantaron, bailaron, que se tomaron un tiempo para existir, pensar, crear, y  gracias a todos esos marginales, la vida será más llevadera. Ojalá recordemos cuando regresemos al centro de la frenética rueda, a aquellos marginales que con sus obras pudieron sostener nuestra soledad, nuestra desesperanza.

La norma es estar enfermos, y enfermar con nosotros al planeta en el que vivimos. Ojalá que cuando volvamos a la normalidad no olvidemos que la tierra, los campos, los bosques, el cielo, las aguas, y todos los seres que habitan estos espacios, estaban mejor sin nosotros.

La norma es que el miedo es el mejor aliado del poder, mejor no le entreguemos el poder a quienes expresan algún tipo de desprecio porque va a usar nuestros miedos para hacernos cómplices.

La norma es que en el fondo, vivimos con miedo, miedo a contaminarnos de la desgracia ajena, miedo a perder lo que tenemos, miedo a la muerte; pero no sólo a la muerte física, también a tantas pequeñas muertes tan necesarias en nuestro cotidiano: cada vez que renunciamos a tener la razón, o a ser lo que esperan de nosotros, o a repetir irracionalmente nuestros hábitos cotidianos que nos van llevando irreversiblente hacia nuestro destino.

La norma es que las redes y los medios de comunicación se alimentan de nuestros miedos, los necesitan para mantenernos conectados, vigilados, bajo su  influencia que no busca más que alimentarse a sí misma.

La norma es que el mayor miedo, el de todos los seres, es la muerte. No hay ser que no huya, corra, llore, tiemble, o trate de escapar ante esta posibilidad. Sin embargo, la historia de la humanidad está llena de maravillosas excepciones, de hombres y mujeres que se enfrentaron con valentía a la guadaña de la muerte, y todos sin excepción, tenían algo en común: su vida tenía sentido.

Cuando todo vuelva a la normalidad, ojalá que entendamos, en medio de esa nueva normalidad, que entre más seres abarque el sentido de nuestra vida, éste será más importante. Entonces tal vez dejaremos de tener tanto miedo al otro, tanto miedo al contagio, miedo a la pobreza, miedo al hambre, miedo a la soledad, porque estaremos ocupados luchando porque otros no tengan miedo, porque otros no se contagien, porque otros no tengan hambre, porque otros no estén solos. Entonces habrá valido la pena vivir la vida.

Ojalá que cuando todo esto pase, nada vuelva a la normalidad, que todo tenga un nuevo sentido, y la norma sea la excepción. Que lo marginal sea central y podamos reinventarnos constantemente.

«Cuando sea el momento de cerrar el libro, no tendré ningún pesar, he visto a tantos vivir tan mal, y a tanta gente morir tan bien.» Jean Luc Godard, Je vous salue Sarajevo.

La obra es de Banksy

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