Ticio Escobar, el arte en una sociedad con déficit de Estado y superávit de mercado

Ticio Escobar, el arte en una sociedad con déficit de Estado y superávit de mercado

El siguiente texto es el producto de dos encuentros que tuve con Ticio Escobar en los que hablamos de la producción artística en el marco del sistema socio-económico globalizado que nos rige.

En la primera ocasión fue a partir de una publicación que hizo en las redes sociales en donde exponía sus dudas respecto a los términos de «economía creativa» o «industrias creativas» aislados de las políticas públicas y puestos al servicio de la pura productividad.

La segunda parte de la entrevista la hice en otra ocasión y fue directamente para conocer su punto de vista sobre la dificultad de enmarcar las prácticas artísticas en una sociedad mercantilista como la nuestra.

Transcribo aquí las partes más relevantes de estos dos encuentros:

Se tiende a medir la producción cultural en términos solamente productivistas y en términos de rentabilidad

El arte tiene dos polos, un polo que es creativo, poético, crítico y otro que es económico. En cualquier sociedad que se rija bajo el sistema capitalista, no hay forma de escapar a que los productos se rijan en términos de mercancías. O sea hay que vender y comprar. Es el régimen del sistema.

Lo que pasa es que gran parte de las producciones artísticas compiten con industrias culturales que son hegemónicas y avasallan el campo de la producción cultural. Entonces en general se tiende a medir la producción cultural en términos solamente productivistas y en términos de rentabilidad. Por ejemplo, del producto interno bruto tanto por ciento es aportado por el teatro, tanto por ciento por la literatura, y existe una parte importante de la creación y de la producción cultural que no está concebida en términos de renta o no puede generar suficiente rentabilidad para sobrevivir. No solamente en la parte de experimentación en el arte más contemporáneo, ni en el campo del pensamiento crítico ligado a investigaciones que no generan renta, sino incluso en el campo de las artes clásicas, el teatro, la música, expresiones líricas, el ballet, etc., que no generan renta y que tienen que ser consideradas como productivas quizás a otro nivel.

Generan otro tipo de cosas,como la consolidación, la cohesión social, la  intensificación del imaginario, la densificación de nuestra representación social. Es decir, dar el sentido poético y crítico que necesita una sociedad para reconocerse y no quedar enclavada en sí misma. Entonces el Estado, o determinadas políticas tienen que apoyar eso.

El espacio público está conformado por el Estado, la Sociedad Civil y el mercado. Lo ideal es que haya una simetría entre esos tres grandes agentes. Pero lo que pasa es que en nuestro medio, en América Latina en general, existe déficit de Estado y de sociedad civil y superávit de mercado. Entonces el mercado es el que determina fijando pautas de cómo tiene que ser la producción cultural y el que hace políticas culturales. Las políticas culturales tienen que ser un trenzado.

El espacio público es aquello que sobrepasa la cuestión corporativa, los intereses sectoriales de la sociedad civil, la pura lógica del Estado y los intereses del mercado. Tiene que haber un sistema a través del cual el Estado pague subsidios a la sociedad civil y que las industrias culturales y el mercado también generen una renta, o parte de los impuestos que generen también sirvan para apoyar la creación.

Ticio Escobar, ¿Sería posible concebir el arte y la producción artística por fuera del mercado?

Haga lo que haga el artista va a estar conectado con una producción de mercado. Marx decía en un momento que los hombres viven en relaciones de producción independientemente de su voluntad. Yo no elijo un sistema en el cual quiero vivir, y actualmente no existe un fuera del capitalismo, o un fuera del sistema económico.

Si los indígenas deciden vivir de la caza y la pesca van a tener que vender lo cazado y lo pescado a una sociedad, no pueden moverse en circuito cerrado, tienen que convertir en mercancía sus objetos de caza, sus obras de arte, sus expresiones culturales, sus imágenes rituales. Todo depende de como uno negocie, qué fisuras se pueden encontrar, qué intersticios dentro de este mundo globalizado para hacer pliegues, frunces y surcar a contramano.

Incluso negociar con el mercado como para que existan esos oxígenos con los cuales uno pueda respirar e ir recreando su propio mundo en un momento determinado. Hasta qué punto el artista retrocede y avanza, o tiene la astucia de encontrar espacios para que su obra aun siendo mercancía pueda producir un impacto determinado.

Ese es un condicionamiento que tiene el artista desde siempre. En un momento determinado tenía que producir para los dioses, en otro momento para la iglesia, en otro, para los príncipes y ahora para el mercado, pero siempre hay un contexto en el cual tiene que producir más allá del puro juego del impulso de su libertad.

El arte siempre tuvo que abrirse paso “a pesar de”

No se trata de dejar de participar del mercado de arte, la negociación entre artista y mercado supone un salirse cada quién de su posición fija y encontrar un punto de acuerdo. Pero no que el artista capitule completamente y se rinda tan fácilmente al mercado. Uno a veces ve artistas de primer nivel y su obra como bomboneras, y quizás no había necesidad de eso. Hasta qué punto uno puede hacer concesiones y mantener por otro lado casi un desdoblamiento, un punto sistémico que es una técnica de mercado.

Mondrian pintaba flores también para sobrevivir, y Livio Abramo inventó el término de “empanadas” aplicado a las obras de arte hechas sólo con el propósito de vender. Colombino también usaba este término un poco planteado irónicamente. Lo ideal es hacer una obra que pueda ser vendida también como “empanada”, que se pueda comer y vender. El mercado del arte es imposible de ser evitado,  toda la institucionalidad del arte está condicionada por ese doble filo.

La producción de arte tiene el polo creativo y el polo productivo económico, no puede zafarse de eso. Es el caso también del crítico, del pensador, del profesor, en cada uno de los campos uno tiene que negociar su ética para saber hasta qué punto el mercado implica una renuncia a la felicidad de uno, a su verdad, a su creación. Hasta qué punto uno se afirma, o hasta qué punto se renuncia, se repliega sobre sí y calla. Son decisiones que uno va tomando, y posiblemente el arte siempre estuvo condicionado por diferentes situaciones de guerra, de necesidad, de represión, de religión, etc.  El arte siempre tuvo que abrirse paso “a pesar de”.

El arte pasa por la atmósfera del capital y se cosifica, hay que encontrar la manera de sublimar eso para provocar relaciones más humanas, más ricas. Humanizar esa producción para que no se vuelva absolutamente mecánica al punto que  sea lo mismo una obra de arte y un objeto industrial cualquiera.

El arte hoy en día está impulsado en gran parte por la lógica del capital. Aunque sea una respuesta a la lógica del capital, está orientado a dar la cara a ese capitalismo, en parte complaciéndolo y en parte disgustándolo. Pero al capital le gusta que se lo fustigue, porque convierte a su opuesto en renta, en beneficio.

Mientras una sociedad no sea perfecta habrá arte

Hemos creado la categoría arte de una manera tan amplia y tan flexible, que posiblemente lo que llamamos arte hoy no tiene nada que ver con lo que hace 50 años se llamaba arte. Llamamos arte a una actividad humana orientada a la intensificación del sentido, mediante la manipulación de formas, de hechos, de objetos, esto es amplísimo.

Si le llamamos arte a esa mínima posibilidad de encantamiento, como buscar alternativas a un mundo de pura significación, buscar sentido, alimentar lo incomprensible de las cosas, y mantener el asombro ante hechos y cosas para desmoronar la rutina de nuestra existencia en todos los niveles, posiblemente digamos que esto no tiene nada que ver con el arte. Yo creo que el arte no tiene mucho que ver consigo mismo, Hegel decía en pleno siglo XVIII estos no son tiempos propicios para el arte, y posiblemente cada época pueda decir lo mismo. Santa Teresa decía vivimos en tiempos recios, todos los tiempos humanos son recios, eso es aplicable a cualquier circunstancia.

La muerte del arte se anuncia, se viene anunciando muchas veces antes de Hegel y posiblemente haya muerto muchas veces, ese modelo. Creo que el arte al cual se refería Hegel ha muerto, si nosotros comparamos una pintura del siglo XVIII con un acto efímero, un gesto conceptual hecho hoy en día, con una obra relacional, no tienen nada que ver. Son formas totalmente diferentes, fomentadas por determinadas condiciones a las cuales uno se enfrenta. El ser humano vive enfrentando a su propio tiempo.

Heidegger hace incluso de eso una característica del arte, él distingue la moda, la cual trata de adaptarse a su tiempo casi servilmente, del arte que le pelea a su tiempo, que le discute a su tiempo. Por eso Shakespeare dice  “Time is out of joint” (el tiempo está fuera de quicio), el arte está desfasado de su tiempo, esa inadaptación del hombre con su propio tiempo hace que el hombre no sea una mera expresión de su tiempo, sino que se reserva un hueco para ir renovando el sentido, o ir replanteándolo. Quizás esa pregunta es lo que llamamos arte, esa posibilidad de cuestionar el mundo, desde la sensibilidad y desde cierto rodeo poético y retórico.

El hombre nunca coincide consigo mismo, Borges decía, mientras una sociedad no sea perfecta habrá arte, una sociedad perfecta nunca va a haber. Hay agujeros, hay traumas, hay desequilibrios, si no esa sociedad perfecta estaría petrificada. Una sociedad perfecta no sería humana.

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