Hace un tiempo escuché la entrevista a un filósofo y sociólogo francés autor de un libro llamado “La sociedad de seducción”. Me llamó la atención por un lado la relación que él encuentra entre el desarrollo de la estética, la cultura y de la creatividad gracias a la masificación y democratización de la información y de los conociemientos. Por otro lado el hecho de que en lugar de demonizar al sistema capitalista, el filósosfo se centra en ver el desarrollo de la percepción y posiblemente de la conciencia a nivel global que ha permitido la sociedad de seducción en la que vivimos.
La estética según su definición etimolígica es aquello que toca nuestros sentidos. Hoy en día para llevarnos al acto de consumir todo debe, de una manera u otra, tocar nuestros sentidos.
Según el filósofo y sociólogo francés Gilles Lipovetsky, hoy en día vivimos en una sociedad de seducción, en la que la satisfacción de nuestros deseos están situadas en el centro de nuestras relaciones. El verbo seducir, vine del latín “seducere” y quiere decir desviar del camino recto. En este sentido la seducción sería un acto de manipulación para atraer hacia sí mismo o para obtener algo de la persona seducida.
La seducción, dice Gilles Lipovetsky, es una ley fundamental de la vida; entre los animales, por ejemplo si no existieran los rituales de seducción no podrían reproducirse. En el ser humano la seducción no es simplemente un instrumento al servicio del deseo, es la condición misma del deseo, es decir, hay que estar atraído por algo o alguien para tener el deseo de hacer.
Hoy en día la seducción entró a ser parte de la política, la educación, la sociedad, según el filósofo el epicentro de este movimiento es la economía, que desarrollo tecnologías de seducción a gran escala. Todo nuestro sistema se ha convertido en una máquina de seducción, en donde debemos gustar a los consumidores, gustar a los ciudadanos, e incluso, gustar a los niños.
Los principales paradigmas de esta sociedad de seducción serían: el desarrollo de una economía que integre conceptos de desarrollo sostenible y que la educación provea herramientas a los individuos para que no sean simplemente consumidores, puesto que la finalidad última del ser humano no puede ser sólo el consumo y la satisfacción de los propios deseos. En este sentido el fililósofo habla de la importancia de la educación artística gracias a la cual el ser humano puede encontrarse con otra dimensión de sí mismo que lo acompañará toda la vida, incluso en los momentos más difíciles.

Desde mediados del siglo XX nos encontramos frente a un capitalismo que enlaza los bienes mercantiles con la estética y las emociones. Un capitalismo que ha incorporado una dimensión estética en todos los bienes de consumo. Hoy en día el mundo del consumo está íntimamente ligado al mundo de la creación.
Gilles Lipovetsky afirma que los artistas contemporáneos han abandonado la dimensión de la belleza y de la seducción, tal vez porque ha sido un terreno del que se ha apropiado y desarrollado a gran escala el mercado. La estética habita todo producto de mercado.
Que algo pueda ser una obra de arte sin ser bello constituye una de las grandes aportaciones filosóficas del siglo XX
escribió el filósofo norteamericano Arthur C. Danto en el libro “What art is”, el mismo filósfo había hablado justamente de la muerte del arte.
Lipovetsky llama a esta sociedad de consumo en la que vivimos “capitalismo artista” y afirma que no ha creado únicamente a un consumidor, sino un consumidor insaciable que desarrolla en masa sus deseos de expresión artística. Según él, el universo del consumo creó nuevas aspiraciones.
La estética ha impregnado todo los aspectos de nuestra vida, y de esta manera, se vuelve cada vez más difícil definir que es Arte y que no es. Hoy en día hay incluso artistas que hablan de la enseñanza del arte como fraude.
La parte del fraude está en la consideración disciplinaria del arte, que lo define como un medio de producción. Esto lleva a dos errores:
El primer error es la confusión de la creación con la práctica de las artesanías que le dan cuerpo. El otro error es la promesa, por implicancia, que un diploma en arte conducirá a la posterior supervivencia económica
Escribió el artista y docente Luis Camnitzer en un artículo titulado “La enseñanza de arte como fraude”.
En una sociedad globalizada y estetizada al extremo, en donde son difíciles definir los límites del arte, así como de lo bello, lo que rescato de la visión del filósofo francés es esta posibilidad, tal vez un tanto platónica, de ver como la sociedad de consumo y esta fiebre insaciable de satisfacer los deseos humanos finalmente nos lleva a la búsqueda de deseos un poco más elevados o de nuevas aspiraciones, como son las aspiraciones estéticas.
Cada vez hay más redes sociales a través de las cuales podemos desarrollar y mostrar nuestros talentos, en las redes cada vez más personas se complacen no sólo en compartir sus pensamientos, sino en mostrar como bailan, cantan, tocan algún instrumento, hacen algo bello, se comparten de manera cada vez más creativa imágenes, videos, audios, en una ebullición incesante de creatividad y de pensamiento.
Pienso que las redes sociales, son un espejo y una proyección del ser humano, podemos encontrar ahí también lo peor de nosotros mismos. Sin embargo comparto la esperanza de Gilles Lipovetsky, de que esta sociedad de seducción nos haga más humanos, que aquello que nos seduzca sea cada vez más bello, bueno y justo.
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Entrevistas a Gilles Lipovetsky:
https://www.youtube.com/watch?v=EG914-J0wE0
https://www.youtube.com/watch?v=-y9R4052pBc
https://www.youtube.com/watch?v=BfUKKhdT3U4
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