El mundo del arte está lleno de contradicciones
El término de artista maldito, nació para calificar una cierta actitud de rebeldía e inconformidad de los artistas que dejaron de pintar lo que mecenas, reyes y aristócratas encargaban y empezaron a indagar en el mundo del arte y la pintura según sus propias aspiraciones. Muchos de ellos pasaron a la historia y hoy en día sus obras han adquirido valores increíbles.
Muchas veces el artista se ve obligado a vivir en la austeridad para tratar de ser fiel a sí mismo y a su búsqueda, su obra sin embargo es un bien de consumo. La particularidad del artista es la necesidad de desarrollar su propio lenguaje, de penetrar sus raíces y su identidad para encontrar una manera de traducir su modo de ver el mundo tan íntimo y universal a la vez. Pero este es un camino solitario y riesgoso, en el que es difícil responder a las exigencias del mercado que busca lo conocido, lo que ya tiene un valor preestablecido.
Juan de Dios Valdez decidió retirarse del mercado convencional del arte y de la ciudad. Decidió volver al campo. Juan de Dios Valdez pinta el Paraguay profundo, pero no se conforma con la imagen idílica preconcebida, él pinta la vida, completa, de frente, el chiquero, la despensa, los caminos que recorre a diario, los monos entre los árboles de lapachos, el pastizal movido por el viento….
Finalmente el artista maldito, dice Alain Soral (1), «no es ni un iluminado ni un psicópata, es un moralista», sus propios principios no le permiten amoldarse a las imposiciones del sistema, y su estrategia de sobrevivencia es la marginalidad.
Le hice algunas preguntas para conocer un poco más de su trayectoria, su búsqueda y sus motivaciones.

¿Puedes contarme un poco de tu formación y algo de tu trayectoria?
Estudié dibujo y pintura al óleo con el artista plástico Gil Alegre Núñez en San Juan Bautista Misiones, durante los dos últimos años de la secundaria, ya decidido a ir al Instituto Superior de Bellas artes de Asunción al terminar el colegio. Gil es un artista Sanjuanino que se formó en Italia donde enseñó, trabajó y residió por 15 años. Con él aprendí las reglas básicas del dibujo como perspectiva, escala de grises, proporciones, observar del natural y también a preparar bastidores, mezclar colores y pintar.

En febrero del 2005 me fui, ingresé en la carrera de Licenciatura en Artes Plásticas pero al poco tiempo dejó de interesarme el instituto y me desanimé, sin embargo no quería regresar a San Juan Bautista porque sabía que en Asunción tenía más posibilidades de dedicarme a la pintura. Conocí buenos maestros, compañeros y estudiantes de otros cursos con quienes hasta hoy nos mantenemos en contacto y seguimos trabajando cada uno por su lado. Ni siquiera terminé el segundo año de la carrera que duraba cinco años más la tesis o algo así.
La docente y artista Isabel de Anda (mi profesora de pintura en el primer año) fue la piedra angular de mi trayectoria como pintor. Formó un grupo de pintores jóvenes el mismo año en que llegué a Bellas Artes, de mi clase fuimos dos, el resto del grupo eran ex alumnos quienes ya estaban en otros cursos, incluso algunos siguiendo otras disciplinas como grabado y nos juntábamos a pintar del natural, sobre todo paisajes. Nos reuníamos en su granja «La moraleja» en Ca´a Cupe, un domingo por mes, pintábamos al óleo sobre cartón de 50 x 40 cm. el mismo soporte que usábamos en clase y muy pronto ya nos consiguió un espacio para exponer.

Como nos íbamos un domingo de cada mes, un día nos dijo que nosotros éramos «contracorriente» porque ¿qué hacen los jóvenes normalmente un domingo en este país? Cualquier cosa menos juntarse a pintar. Y decidimos denominar así al grupo. Expusimos en varios lugares de Asunción, en Aregua e incluso en dos lugares del interior: Concepción y Curuguaty a través de las Gobernaciones e instituciones educativas.
Nuestros cuadros lo enmarcábamos nosotros mismos con un paspartú de cartón dúplex y lo vendíamos a 70.000 gs. El grupo duró dos años como tal, luego se empezó a disolver y muy pocos continuamos hasta que finalmente terminó. Yo nunca perdí el contacto con Isabel, hasta hoy nos intercambiamos correos y la mantengo al tanto de mis trabajos y proyectos. Y fue ella quien me iba recomendando a los galeristas o de forma indirecta mis obras sobre cartón se enmarcaban en las galerías luego de venderlas en las exposiciones de «Contracorriente» y así me fueron llamando de a uno para pedirme cuadros.
Desde el 2007 residí en Aregua, después de vivir dos años en la casa de mi hermana mayor en Fernando de la Mora, donde no pagaba alquiler ni comida pero tenía que solventar todos mis otros gastos. Sólo desde entonces empecé a vivir única y exclusivamente de la pintura. Era un amigo Uruguayo, pintor y caricaturista Daniel Saya quien alquilaba una hermosa casa en Aregua con sus hermanos y primos, me dijo que me mudára, que había un lugar en la casa donde podía ubicarme: el sótano ¡y me encantó la idea! Como pintaba todo el día las casonas de Aregua del natural, sólo necesitaba un lugar para descansar, no un taller.

En Areguá también tuve mucha visibilidad en ese entonces la galería «El cántaro» estaba a cargo del artista y profesor Carlos Rolandi quien ofrecía además de artesanías indígenas y cerámicas, algunos cuadros, entre ellos de alumnos y ex alumnos de Bellas artes, quienes pintábamos por Aregua. Ya trabajaba sobre lienzo, en formatos más grandes y mis cuadros ya no costaban 70.000 gs. Estaba decidido a vivir de la pintura. Me preguntaban por qué no seguía estudiando y les decía medio en serio, medio en broma que yo quería ser pintor y no que me llamaran licenciado.
Gané dos premios que me alentaron y estimularon mucho, en el 2006 y en el 2008; el concurso juvenil de pintura del CCPA y Amigos de arte y el Salón Primavera del Ateneo Paraguayo. Son los dos únicos primer premio que gané hasta hoy, a los 20 y a los 22 respectivamente, los únicos que valen la pena nombrar. Yo participo en un concurso para ganar y por eso un tercer premio o una mención no cuentan para mí. No exponía mucho, aunque sí participaba de vez en cuando en algunas muestras colectivas. Nunca dejé de seguir estudiando, leyendo e investigando por mi cuenta. Ser pintor no sólo implica el trabajo artesanal, el oficio, yo soy muy consciente de eso.

¿Como definirias tu pintura, hay artistas actuales o de la historia del arte con los que te identificas en particular?
En realidad no sé cómo definiría mi pintura. No es impresionismo, aunque sería lo más cercano. Tal vez naturalismo, no sé.
No es que me identifique con él, pero admiro muchísimo a Joaquín Sorolla. Es un inalcanzable. El pintor de la luz. Para mí es la idealización máxima de la pintura, casi una obsesión, un fetiche: pintar como Sorolla y no pido más. Pintaba lo que veía, su ambiente, su familia, sus amigos, dominaba la anatomía humana, autorretratos, retratos de cuerpo entero, desnudos, paisajes, hacía estudios del natural, adaptaba fotografías como si nada a la pintura, sin que se notara si la sacó de una foto o si posaron para él. Es la conjunción entre lo clásico y lo moderno, el pintor figurativo que resistía mientras todo el arte tomaba otros rumbos.
Otro artista a quien envidio incondicionalmente es Fidel Fernández, con él si me siento identificado, no en lo artístico y mucho menos en su inmensa trayectoria y todavía más grande talento, sino en la forma en que encara el arte de la pintura desde el interior del país, con una austeridad admirable, sin corromper su obra por los espejitos de colores de volverse de moda y esnob en las galerías de Asunción. Es mi ejemplo de artista paraguayo, me influenció mucho.

¿Cómo comercializas tu trabajo?
Ese idilio que empezó con las galerías de arte, con Isabel de Anda haciendo de cupido, no tenía futuro y yo lo sabía. Le saqué provecho unos años, en algún momento llegué a trabajar con cinco o seis galerías de Asunción en forma simultánea. No faltaron las propuestas de exclusividad, las cuales aceptaba y fracasaba con todo éxito y una vez más volvía a trabajar con muchas galerías a la vez. Fui alzando mis precios con temor, siempre calculando todas las probabilidades, los pros y los contras. En ningún momento dejé a consignación mis cuadros, siempre trabajé con ventas directas, en cuya situación es bien sabido que el pintor se queda con el 50% . Por tanto, aunque subiera mis precios, yo nunca cobraba lo que realmente valían mis cuadros o sea el precio que el público pagaba por él.
Además se sumaba otro factor: como las galerías son serviles a los clientes, condicionan al pintor a producir lo que agradará y se venderá fácilmente y sin embargo no acepta la propuesta del pintor como para arriesgarse a comprar y convencer al cliente. Le sugieren temas, medidas, hasta tonalidades. No les importa si el pintor cae en lo repetitivo o sacrifique una búsqueda o evolución personal con su obra. Para ellos sólo es negocio y si estás de acuerdo le damos al cliente lo que quiere y ganamos todos. Toda esa situación me hartó y decidí no trabajar más con las galerías. Era un riesgo, claro.
Al salir de las galerías empecé a comercializar solamente por redes sociales, aunque sólo tengo una: «Facebook». Me fue bastante bien, pedía el precio al público y con ese precio reduje mi producción y mejoraba la calidad. Sobre todo lo que quiero cuidar es no caer en la repetición ni pintar motivos muy fácilmente vendibles sólo por vender. El público es muy susceptible a pedir lo que vio en otra parte o lo que vio en el Facebook y si ya no tenés, entonces «Algo parecido». Últimamente vuelvo a trabajar con algunas galerías, sobre todo las que no son miembros de ASGAPA y una sola que siendo miembro no tiene dramas. Reconozco que sin intermediarios es muy difícil. Si fuera por mí, ni siquiera me apresuraría en vender mis cuadros, le pondría un buen precio y esperaría que alguien lo pagara pero mi realidad me obliga a hacer todo lo contrario.

En Facebook sueles criticar el mercado del arte local, ¿qué crees que necesite cambiar o mejorar?
Siempre observaba situaciones muy particulares en las galerías pero no decía nada, yo sabía que la venta de cuadros era una cuestión meramente comercial y me consolaba diciendo que alguna vez haría algo diferente. Pero eso cambió cuando en un video que se subió a YouTube en el canal de Isabel de Anda, manifesté esa idea y Enrique Collar dejó un comentario contundente que hasta ahora resuena en mi cabeza: «El arte es hoy. Con la juventud no se transa y menos con uno mismo» Casi me quedo sin ganas de pintar.
A eso se sumó las charlas con Fidel Fernández, los primeros encuentros, recuerdo que estaba preparando él mismo su propio bastidor enorme, bajo un mangal en Benjamín Aceval, para su obra «Tacumbu» con el que ganaría su premio Henri Matisse. Estaba en otro nivel, estaba a años luz. Yo me ví muy atrasado, estaba en la pavada y empecé a buscar excusas, vanos argumentos, hasta me bloqueé una temporada. La única respuesta honesta podría ser que estaba siendo muy conformista.

Era un pintor de galerías y ninguno de los pintores populares de galerías me agradan. Las críticas formales al mercado local empezaron en el 2013, cuando se creó ASGAPA (Asociación de Galerías del Paraguay) y lanzaron una especie de manifiesto en las páginas de un catálogo en el marco de una actividad denominada «Feriarte» en la cual participé siendo invitado por una de las integrantes, porque cada galería eligió tres o cuatro artistas para exponer. En el texto decía entre otras cosas que sus objetivos eran jerarquizar a los artistas, promocionarlos en el exterior y educar al público.
Pura retórica que olía a propuestas utópicas de políticos demagogos. Efectivamente, en la práctica nada cambiaba: me seguían condicionando para pintar lo que se vendía, era como un menú que le ofrecían a los clientes y sólo me tocaba ir variando, haciendo malabares para no repetir. Aun así, presentaba propuestas diferentes a lo de siempre pero no se arriesgaban a invertir, había un término que usaban: «Este cuadro está difícil» Y yo les decía: Ese es el trabajo de ustedes, convencer al cliente.
También el gran problema era el tamaño: Nada de cuadros muy grandes porque no salen y otra vez ese es tu trabajo y otra vez ¿a consignación?, y no. Hasta hacían observaciones tan ridículas como que si hacés desnudos que no se les vea la cara. No pintes ramas secas en tus paisajes. ¿Y si es invierno? Siempre existía la posibilidad de dejar a consignación lo «diferente» pero yo me negaba porque lo que se iba a vender rápido, si me compraban sin dudar. Todo lo que critico son situaciones por las que pasé y conozco bien. Hasta hoy algunos colegas me cuentan que siguen con la misma historia.

Por todo esto, creo que en lo que debería mejorar es en la formación de los galeristas en primer lugar pero ya no la tienen, son lo que son, expertos en ventas, en dar la razón al cliente, sumar números, cerrar tratos, dar palmaditas y fingir sonrisas, trabajar con los bancos, vender con tarjetas, simular descuentos, especular precios y ver al cliente satisfecho y feliz. Y no los culpo, son excelentes comerciantes.
Los pintores necesitamos galeristas que sean al mismo tiempo marchands de arte, que sean capaces de invertir en cuadros, arriesgarse más. Que tengan visión o como se dice olfato para darse cuenta en qué pintor joven hay futuro y en cuál no. Según lo que vemos hay mercado para la pintura en Paraguay o al menos en Asunción hay muchas galerías. Los escritores por ejemplo ni sueñan con vivir vendiendo sus libros en Paraguay y sin embargo los cuadros sí se consumen.
Algunos galeristas, muy pocos, cuando hablábamos con sinceridad reconocían todo esto pero le echan la culpa a los clientes y tal vez ahí está el detalle pero de quién depende que el público se «eduque» pues como decía ASGAPA en su primer catálogo: Ellos son los responsables. Si tan sólo dejaran de buscar pintores para sus clientes y buscaran clientes para los pintores, esto sería muy diferente. Los intermediarios podrían ser un gran aliado para revolucionar el mercado y la producción de la pintura.

¿Cómo proyectas tu trabajo en el futuro? ¿Tienes alguna aspiración en particular?
Sé que todavía me falta mucho para ser un pintor más o menos aceptable, mi nivel de exigencia es muy alto nunca estoy conforme con mis cuadros, independientemente al ego, defiendo mi trabajo si me critican pero en el fondo siempre me encuentro en la búsqueda de algo más. No me proyecto mucho en el futuro, el día a día no me permite hacerlo, lo mío es aquí y ahora, igual que mi familia, como toda la gente de mi clase social. Si no trabajamos no comemos, esto puede ser literal. Es un terreno peligroso esto de ser pobre y radical a la vez, pintar lo que querés aunque no sepas si se va a vender y no tener otros ingresos. Por ahora ni me interesa exponer, ni participar en concursos, si pinto y vendo algo hay posibilidad de seguir viviendo un rato más sin que nos falte nada, aparte de mi propia familia también ayudamos a mi madre con mis hermanos.
Si tuviera que citar una aspiración en particular sería trabajar siempre en la pintura sin corromper mi trabajo por la necesidad material y seguir viviendo mucho tiempo en el campo. O dejar todo y candidatearme a diputado, cobrar un jugoso sueldo y pintar tranquilo los domingos y fiestas de guardar.
(1) Extraído de Socrate à Saint-Tropez: texticules, Alain Soral
Facebook de Juan de Dios Valdez: https://www.facebook.com/juandediospintor
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