Desde el 2 de agosto 2017 estamos consumiendo a credito
Estamos en una época de sobreproducción de cosas, de imágenes, de pensamientos, de tecnologías. Es un período crítico de la humanidad, en donde de alguna manera todo ha sido creado, todo ha sido dicho. En este contexto el arte es revolucionario, lo extraño del sistema capitalista en el que vivimos es que incluso lo revolucionario es capaz de convertirlo en objeto de consumo, viciar su contenido, hacerlo tendencia, y degenerarlo.
El mundo está en un momento de saturación, a principios de agosto del 2017 se cumplió la fecha en la que el mundo consumió todo lo que la tierra puede producir y renovar al año, por lo que el resto del año consumimos a crédito. Cada año esta fecha se acerca más al incio del año. O sea que cada año tenemos más deuda con la tierra sin estar generando la manera de pagar nuestra deuda.

El arte está estrechamente ligado con la sociedad donde ha sido producida. El arte de un país refleja las formas de pensamiento y de concebir, el artista es un intérprete de una sociedad. Por otro lado, el hecho de que haya artistas, sus obras, su calidad y la capacidad de las mismas de salir de sus fronteras geográficas y temporales dependen de alguna manera de las políticas públicas respecto al arte.
Sin embargo, una de las características del arte es la de estar unos pasos por delante del desarrollo del pensamiento y de la organización social. Las artes son profesiones que se mantienen al margen, tal vez por eso consideradas vulgarmente “marginales”. El famoso concepto de no poder vivir del arte tiene un poco de veracidad. Para vivir del arte el artista debe entrar en el mercado, al entrar en el mercado debe someter la obra al juicio y al gusto de este mercado y a veces es una condición difícil de conciliar con la creación artística.

El arte es revolucionario al poner en evidencia los lazos de poder
Vivir al margen implica la posibilidad de ver lo que otros no pueden ver por vivir en medio. Pensadores contemporáneos como Roberto Espósito definen la manera de ejercer el poder de hoy en día como biopolítica, mientras anteriormente el poder se ejercía de manera negativa, a través de la represión, hoy en día el poder se ejerce administrando.
¿Qué es lo que se administra para dominarnos? Nuestras necesidades y deseos. Estamos tan ensimismados en la satisfacción de nuestros deseos que hemos olvidado hacernos preguntas fundamentales que nos harían libres.
Creo que deben existir políticas públicas para fomentar el arte y la cultura, pero creo que quienes gestionan los medios deben ser independientes al poder dominante. Creo también que el sector privado debe apostar por el arte más allá de sus intereses. Hoy en día ya no se venden productos, se venden ideas, conceptos, afiliaciones, modos de ver y de sentir.
Es de esta manera que hace poco Greenpeace Internacional creo una campaña para hacer que todas las oficinas de Facebook operen con energías limpias. Se aliaron con marcas y personalidades de las redes sociales y lograron que más de 700.000 usuarios exigieran a Facebook el cambio a energías dichas verdes.

En la época de la monarquía europea, sólo el bufón al estar al margen de reglas y costumbres, tenía la capacidad de criticar al rey sin perder la cabeza, «Costumbre antigua de príncipes, tener cerca de sí locos para su entretenimiento. Quizá permisión de Dios, para que si los cuerdos no les dijeren las verdades, se las digan los locos para su advertimiento y para confusión de los otros», escribió Francisco Quevedo.
Hoy en día ese lugar, el de los locos y bufones, es tal vez el de los artistas, son entre otros, aquellos que deben decir la verdad, desenmascarar los lazos de poder y sometimiento, en una época en donde es particularmente difícil pues están en todas partes, en nuestra vida privada y pública, en nuestras decisiones, en nuestra más ligera interpretación del mundo.
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